EL CAFÉ: IDENTIDAD PORTEÑA
"La mesa de un café, era el punto de reunión..." reza la letra
del tango escrita por José María Suñé, musicalizada por Raúl Kaplún y que con
tanta emoción cantaba Roberto Goyeneche para darnos verdadera idea de lo que
significa un café en Buenos Aires. Pero no el café como infusión. Sino el lugar
donde vamos a sentarnos a tomarla. Aunque no necesariamente tiene que ser un
café el líquido a beber. Porque dentro de las muchas tradiciones porteñas, ir
al café, tranquilamente la podemos ubicar dentro del podio. Ahí, reunidos con
amigos, nos transformamos instantaneamente en la solución que necesita el país
para salir adelante, como así también en técnicos de fútbol y un sin fin de
etcéteras más. O mientras estamos sentados frente a esa mujer que queremos que
pase los próximos tiempos a nuestro lado, nos brota el poeta que ni siquiera
sabíamos que "venía" con nosotros. El mismo lugar, también, que
cuando la necesidad de estar solos nos toca el hombro, elegimos para sentarnos
junto a una de sus ventanas que da a la calle y nos permitimos soñar, recordar,
inspirarnos, ilusionarnos, o simplemente, dejar correr la agujas del reloj.
Este autor no tiene registro de cual fue el primer café en instalarse en
Buenos Aires aunque las investigaciones realizadas me dan como
posible resultado que fue el café de Marco el lugar donde se empezaría a juntar
la muchachada de la época allá por principios del siglo XIX y que se ubicaba en
la esquina de las actuales calles Bolívar y Alsina, frente al otrora Colegio
San Carlos (hoy Nacional Buenos Aires). El lugar frente donde se
ubica la librería de Ávila (que fue la primer librería que tuvo Buenos Aires y por entonces se llamaba "Librería del Colegio"). Existían al mismo tiempo otros cafés,
tal el caso del de Domingo Alcayaga, el cual tenía ¡una cancha de bochas!, o el
de su tocayo Domingo Mendiburu, que tenía una mesa de billar. Pero el elegido
era el de don José Marco, que para no
ser menos que su "competencia" le había puesto dos mesas de billar,
espejos y cuanto adorno elegante encontrara para darle un toque de distinción.
Además de atenderlo en persona claro.
Pasó de todo en esa esquina, donde intelectuales, soldados, comerciantes y gente de
toda índole, supo ocupar una mesa en un rato de ocio o al momento de cerrar un
negocio. Incluso, el café de Marco brindó sus terrazas a los guardias del
Cabildo que, en junio de 1806, se apostaron en ellas para seguir firmemente con
sus vista la entrada de las tropas británicas que izarían la bandera inglesa en
la Plaza Mayor durante 46 días.
La Política, presente
Terminada la Reconquista de Buenos Aires, el centro de los festejos fue
sin duda el café de José de Marco, al cual, llevados por la euforia y el
patriotismo llegaron hombres y mujeres procedentes desde varios puntos de la
Ciudad. Baile, brindis, gritos eufóricos. Todo servía para expresar una algarabía
inusitada por tamaño logro como fue el de doblegar al ejército más
poderoso del mundo.
Fue a partir de ahí que la política comenzó a decir presente entre los
jóvenes parroquianos que seguían a Martín de Álzaga, aunque también se dejaban
ver los partidarios de Saavedra, los primeros, queriendo la renuncia del Virrey
Liniers (quien no llevaba muy bien que digamos sus funciones) y a colación, la
instalación de un gobierno autónomo, mientras que el segundo grupo, con el
mismísimo Cornelio Saavedra (quien evitó que Liniers dimitiera) queriendo dar
por tierra con dicha posibilidad.
El hecho se dio el 1 de enero de 1809. Ese día se llevó adelante el
intento de deponer al Virrey quien, sin oponer mucha resistencia, tenía ya
firmada su renuncia pero que sin embargo, como contamos antes, fue Saavedra
quien lo hizo dar marcha atrás con esa acción y disolver la acción conspiradora
mediante el uso de la fuerza militar. Al encarcelamiento de Martín de Álzaga
pos rebelión, le siguió la clausura del café de Marco por ser el "centro
de operaciones" de los conspiradores, aunque digamos que no fue por mucho
tiempo. Una vez éstos liberados, volvieron inmediatamente a festejar su
libertad al café. Fue también ahí que, pasado un tiempo, nació "La
Sociedad Patriótica" (un grupo de Morenistas que para identificarse usaban
una cinta de color blanca y celeste) entre los que se encontraban Lucio
Mansilla, Cosme Argerich, Álvarez Thomas entre otros tantos que, para "no
ser menos" que los partidarios de Álzaga, también fueron a parar a
prisión.
Pero hubo otros cafés en los que la política dijo presente y como acto
seguido casi obligatorio, la violencia acompañaba. Como cuando el café de Marco
ya había cerrado sus puertas definitivamente por una clausura a raíz de una
multa producto de una contravención cometida por su dueño allá en el año 1816.
Y para ilustrar podemos tomar como ejemplo el café "Victoria"
(Hipólito Yrigoyen y Bolívar frente a la Plaza de Mayo) el cual fue escenario
de una importante "batalla" política, que terminó a golpes de puño y
hasta tiros al aire luego de una discusión entre unitarios y federales.
Cuentan que fue un concurrida noche de 1827 en la cual coincidieron a la
misma hora dos grupos distintos. Uno de afines al unitarismo y otro partidarios
de las políticas federales, los cuales ya venían tirándose "palos"
desde sus respectivos periódicos. Estaban separados por apenas tres mesas, lo
cual hacía oíbles para ambos grupos lo que los otros decían. Una mirada poco
amigable surgida de uno de los miembros de un grupo hacia el otro, otra más,
alguna palabra alusiva en un tono alto y adrede, dio como resultado el
descontrol. Sillas que volaban de una punta a otra, seguidas por vasos, copas y
todo lo que se tuviera a mano para imponerse físicamente sobre el adversario,
hasta el instante mismo que en que se oyeron dos estampidos. Dos tiros de arma
de fuego efectuados por Juan Cruz Varela, un asérrimo defensor del unitarismo,
que, con un arma en cada mano disparo al aire haciendo que propios y extraños
salieran corriendo del café sin mirar un instante para atrás. Acto seguido,
llegó la policía y se llevó detenido a Varela por algunas horas, para luego
continuar la "guerra" mediante las letras de los diarios partidarios.
No solo el "Victoria" hizo las veces de escenario de grescas
entre los concurrentes. De los tantos que hubo podemos hacer referencia a uno
cuyo su nombre sugestivo no se asemejaba a la hospitalidad alusiva. Ese era
"La Amistad", famoso por las peleas políticas o por "lo que
viniera". Éste estaba ubicado en lo que hoy llamamos "pleno
centro"; la actual calle Rivadavia entre Tacuarí y Bernardo de Irigoyen
(en aquel entonces llamada Buen Orden).
Como comenté al principio de la nota, el café es una tradición porteña y
bien se puede ubicar en el podio de las tradiciones porteñas, porque es éste el
punto de encuentro sin importar el destino final que buscamos. Vamos a la
cancha, nos encontramos en el café previamente. Vamos a buscar a nuestros hijos
a la escuela o al club y nos sobran unos minutos, los gastamos en el café.
¿Quién, por ejemplo, no tuvo una entrevista de trabajo en algún café?
Es una tradición, una costumbre, un mito, un gusto. Una obligación con
la Historia me animaría a decir para quienes estamos alrededor de los cuarenta
años. Y digo que es una obligación con la Historia hago referencia a los que de
pibes, íbamos con nuestros padres, nuestros tíos, incluso, tímidamente, con
nuestros amigos, siendo objetos de miradas asombradas al ver un grupo que
estaba más para estar jugando en una plaza que de estar sentados en la mesa de
un "feca".
Hoy esa costumbre sigue prendida entre hombre y mujeres de otras
generaciones. Porque las actuales no llegaron a vivir el auge de los recintos
colmados de mesas y sillas donde las cortina estaban hechas de humo de
cigarrillo y una barra en donde, como si sería un mandato municipal, quien se
encontraba del lado de atrás respondía al nombre de José o Manolo. Actualmente
y sobre todo en los barrios alejados de la vida política y financiera de la
Ciudad, muchos de esos cafés, escuelas de la vida para algunos, consultorio
psicológico y centro de perdición para muchos otros, se transformaron en
sucursales de alguna cadena de farmacia, casa particulares, negocio de otros
rubros sin dejar rastros de los personajes y las historias que por allí
pasaron.
Comentarios
Publicar un comentario